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sábado, 22 de diciembre de 2012

Reflexiones de Navidad



Quienes me conocen ya saben que soy agnóstico, tal vez más eufemísticamente que como certeza, pues parece que decirlo así hiere menos a los creyentes que si me declarara ateo, y como soy respetuoso de la Fe que otros puedan profesar, no quiero ofender su sensibilidad, menos aún en estos días tan especiales para ellos.

No obstante esta “confesión”, soy un activo participante de estas celebraciones, no precisamente porque crea en sus orígenes, sino simplemente porque soy padre, hermano, tío, primo, cuñado, compañero, o cuanto parentesco se les venga a la cabeza. Sin desmedro de ello, quiero aclarar que mis motivaciones son meramente emocionales y dicen relación con el amor que siento por los míos, y porque no decirlo, por el prójimo, y también “las prójimas” por supuesto.

Pero hablando más en serio, lo que quiero hacer en estas sinceras y simples líneas, es desearles a todos una feliz navidad, sean o no creyentes, cualquiera sea la razón que los convoque, pues de una u otra manera, creamos o no en un ser superior o en sus representantes terrenos, esta fecha es un notable pretexto para reunir a la familia, a los amigos, a los amantes, para los reencuentros, para que, en una celebración mancomunada, nos deseemos toda la felicidad del mundo, para inundarnos de cariño mutuo, para decirle a un amigo o amiga cuanto les queremos, para transmitirles nuestra fortaleza a los más débiles, para cobijarnos en los más fuertes, para contenernos unos a otros y darnos ánimo para seguir bregando por un mundo más justo, más libre, más amoroso, más solidario, más generoso, en donde tengan cabida todos, los creyentes, los ateos, los agnósticos, los políticos, los apolíticos, los independientes, los dependientes, en un ambiente de respeto y de derechos garantizados, en donde las etnias puedan desarrollar y preservar su identidad cultural, sin por ello ser perseguidos, en donde se respete la diversidad sexual sin necesidad de leyes especiales sino que por la simple fuerza de la razón y la justicia, en donde los estudiantes no tengan que hipotecar su futuro por acceder a un título profesional, en donde el lucro no sea el único motor del “emprendimiento”, en donde “el trabajo sea el sostén de todos” y “la tierra dé todos sus frutos” para alimentarnos a todos, sin excepciones.

Como dije, soy un activo participante en esta fiebre navideña, comprando regalitos para mis más cercanos amores, pero tratando de ser medianamente coherente, no deseo que esto se convierta en un consumismo desatado, y la verdad es que independiente de tener o no la capacidad económica para comprar y comprar, creo que es mucho más importante “estar”, es por ello que a mis otros amores, les vengo a ofrecer lo que considero mi más preciado regalo, que es “estar” con ellos, sentir lo que sienten, acompañarlos en sus alegrías y dolores, cobijarlos, quererlos, animarlos, transmitirles mi optimismo, mi alegría de vivir, mi amor por la humanidad, administrar mi tiempo para que mis principales preocupaciones siempre permitan un espacio para “escucharlos” a todos, pero a todos, a mis hermanos, sobrinos, sobrinas, compañera, compañeros, estudiantes, trabajadores, pobladores. Y no crean que es tan difícil, basta con tener los pies en esta tierra y “escuchar” el clamor, poniendo a su servicio toda nuestra sensibilidad. En síntesis, mi regalo para todos es Amor, mucho amor, del verdadero, de aquel que nos permite entendernos y atendernos, amor fraterno y mis deseos para lo que el veleidoso futuro nos depare, es que construyamos juntos ya no un país sino un planeta mejor, con integración real entre los pueblos, sin arrogancia, sin prepotencia, sin hacer gala de triunfos bélicos, generalmente instigados por oscuros intereses económicos que nada tienen que ver con el bienestar de los pueblos y la real soberanía.